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La tragicomedia del peor maratón de la historia.

HISTORIA DESCONOCIDA

 

Por: Bruno Sánchez.

Para aquellos que se nos desgastan los pulmones por cargar el garrafón, correr un maratón equivaldría a una lenta eutanasia en la que uno espera terminar de hacer las paces con tus demonios internos antes que terminar la carrera. El maratón es de los pocos deportes olímpicos persistentes desde la creación de los juegos en la antigüedad, ya que se valora la resistencia y perseverancia de una actividad humana básica en solitario, por la que sus competidores son victoriosos por terminar la carrera sin importar la posición, dicha resistencia se forja con meses o años de disciplina, rigor y paciencia. Sin embargo, ninguno de esos componentes importó en el maratón de los JJOO de 1904 en San Luis, Missouri, EEUU. Esta no fue una carrera de atletismo, sino de supervivencia.

En esa época las olimpiadas eran de mucho menor escala que las actuales, tanto que; en el caso de los juegos de San Luis; estas fueron realizadas en segundo plano, como un evento programado en la exposición universal de ese mismo año. La Exposición universal era una gran convención en la que varios países exponían productos, inventos y estereotipos de su cultura al mundo aún no globalizado. Las exposiciones son lideradas principalmente por iniciativa privada y; por ende, los JJOO de ese año también, en vez del Comité Olímpico Internacional, el cual se involucró en lo más mínimo.

De los 32 participantes del maratón, la gran mayoría eran estadounidenses, 2 británicos, un canadiense, 2 sudafricanos de la tribu Tswana; que solo estaban ahí como actores de la exposición y entraron para “matar tiempo”, un cubano que perdió todo su dinero al entrar al país y apenas llegó a la línea de salida caminando y pidiendo aventones, vestido con camisa y pantalón formal, y 10 obreros griegos que nunca habían corrido un maratón. En teoría la carrera tendría una distancia de 39 km, pero en realidad fueron de 42 km por un error de medición.

A las 3pm, con una temperatura de 33°C a la sombra y sumando la alta humedad de Missouri, sonó el disparo de partida. Eventualmente la moral y bienestar de los participantes se quedaba atrás conforme avanzaban el recorrido, el cual fue no fue preparado ni pensado adecuadamente. No se colocó ninguna estación de agua con el objetivo de investigar cuánto resiste el cuerpo en constante movimiento sin hidratación, esto se llevaba a cabo por el organizador de los juegos, James Sullivan, a bordo de camionetas que iban delante de los maratonistas. El favorito de EEUU, John Lordon, solo corrió menos de 1km antes de vomitar y caer intoxicado.

La ruta inicio atravesando la ciudad, en la cual no había ninguna señalética de que el maratón tomaba lugar, por lo que el tráfico seguía mientras los carros y corredores se esquivaban mutuamente, uno de los corredores griegos, Konstantinos Lotos, tropezó con la correa de un perro y se esguinzó, otro; Louis Crancer de EEUU, se estrelló contra un caballo. Además, ningún tramo del camino era pavimentado, por lo que debieron correr en una constante nube de polvo y tierra generada por las camionetas que los seguían. Eso provocó que el corredor estadounidense William García cayera agonizando a mitad del camino por inhalar tanto polvo que se desgarró el estómago, casi matándolo.

Para empeorar la situación, al salir de la ciudad había que evitar tropezar con varias vías de ferrocarril e incluso vagones parados. Al adentrarse al terreno rural, el suelo pasó a ser de grava voluminosa que iba destruyendo el calzado de los maratonistas. Había que ascender varias colinas de entre 30 y 90 metros de altura que no fueron contempladas por los organizadores, ahí varios participantes cayeron por insolación o simplemente, decidieron vivir y se rindieron.

En el kilómetro 11, los entrenadores del estadounidense Tom Hicks lo alcanzaron en su camioneta, no para darle agua, sino un supuesto estimulante para su sistema nervioso. Hicks, sediento, lo bebió sin saber que contenía brandy, claras de huevo y, accidentalmente, veneno para ratas.

El cubano, Félix Carvajal, se desvió a la carretera y detuvo un auto, vio que sus ocupantes comían duraznos y pidió uno, cuando se lo negaron, Carvajal le arrebató uno al conductor y otro al pasajero trasero y se fue corriendo comiéndose los duraznos. Llevaba un ritmo constante, pero notó cerca un huerto de manzanas y; aun sediento, se desvió a comer todas las que podía, para su mala suerte, algunas estaban podridas y conforme avanzaba iba vomitando, decidió acostarse bajo un árbol y tomó una siesta. Uno de los sudafricanos, Len Tauyane, iba ascendiendo una colina y de posición hasta que una jauría de perros salvajes lo empezó a perseguir y tuvo que desviarse más de 1km por su vida.

El corredor de EEUU, Fred Lorz, sufrió un calambre en el kilómetro 17 y pidió aventón a una de las camionetas que los seguían. Desde la batea, saludaba a sus competidores entre la nube de polvo. Recorriendo buena parte de la ruta, la camioneta se descompuso y Lorz completó los últimos kilómetros a pie, llego a la meta y como supuesto ganador, fue directo al podio entre aficionados y prensa para entregarle la medalla de oro, sin embargo, varios espectadores lo acusaron de hacer trampa y Lorz; sin pena ni gloria, lo reconoció. Le retiraron la medalla y bajó del podio entre abucheos.

Tom Hicks, intoxicado por el veneno de ratas, estaba pálido, flácido y alucinando, pero seguía andando, les rogaba a sus entrenadores por agua o comida, pero ellos le daban más brandy. Al llegar a las inmediaciones del estadio, tuvieron que guiarlo por la pista, había perdido el sentido de orientación. Al final sus entrenadores lo llevaron arrastrando sobre sus hombros mientras Hicks solo movía rítmicamente sus pies; sin saberlo, llegó a la meta desvaneciéndose y así le colocaron la medalla de oro. Su tiempo fue de 3 horas con 28 minutos y perdió 3 kg.

En 3° lugar llegó un corredor francés que un día anterior perdió su uniforme y le dieron uno estadounidense, sin energías para explicar, esa confusión hizo que la medalla fuera a nombre de EEUU. El cubano, Félix Carvajal, con malestar estomacal y tras tomar una siesta, llegó en 4°. El sudafricano, Len Tauyane, llegó sin zapatos y ensangrentado, pero en 9°, su connacional llegó en 12°, misteriosamente también sin zapatos; ambos, sin saberlo, se convirtieron en los primeros africanos en participar en unos JJOO en la historia. De los 32 corredores originales, solo 14 llegaron a la meta, el resto desertó o fueron hospitalizados.

Nadie murió, pero si hubo perdedores, sea de prestigio, calidad de atleta y de vida. Sin embargo, quizá el caso más tragicómico sería los maratonistas rusos, que después de meses de cruzar su país, Europa, el atlántico y buena parte de EEUU, los juegos ya estaban terminando, no por haber llegado tarde, sino por salir tarde de Rusia donde aún se usaba el calendario juliano en vez del gregoriano, como el resto del mundo.





Los JJOO de San Luis son recordados como los peores en la historia olímpica por diversas razones, desde el fraude al robarle la sede a Chicago, volverlo un evento secundario por la exposición universal organizada por y para; principalmente, empresarios confederados en un estado orgullosamente supremacista, en un área mal comunicada con el exterior, que conllevo a una muy baja participación internacional con eventos racialmente segregados, hasta el hecho de que la gravedad sufrida en el maratón fue adrede, fue más un experimento inhumano con los corredores por parte del organizador de los juegos. Se convirtió en referente de lo que NO se tenía que hacer en los JJOO.


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